La adaptación al propio ritmo: los cuentos redondos permiten detener el relato y retroceder en cualquier momento sin perder el hilo narrativo.
La reelaboración, que supone una apropiación de los contenidos del relato mediante la aportación de nuevos elementos por parte del individuo.
La autoevaluación, mediante la confirmación de lo previsto, la posibilidad de retroalimentación y, por consiguiente, la reafirmación de las propias capacidades, lo que favorece enormemente la autoestima.
La socialización del aprendizaje, al tratarse de materiales que se contrastan con la participación de otras personas
La interacción, ya que se trata de un artilugio que primero se conoce como espectador pero que invita a convertirse en narrador y difusor de su contenido no sólo mediante la explicación de la historia sino también a través de la manipulación del cuento ilustrado.