Planificar e iniciar un proceso didáctico

Cuando comienza el curso lectivo cada docente establece qué procesos didácticos va a organizar con su grupo, en qué orden, la duración aproximada de cada uno, etc. Esto constituye lo que podría llamarse “un borrador de la planificación”, y se va llevando a cabo con toda la flexibilidad necesaria como para que, ante una situación o hecho imprevisto y que se considera de relevancia suficiente como para constituirse en un eje de trabajo, la planificación se altera y se ajusta, se hacen cambios o se modifica el orden en que se irán abordando los ejes previstos. En dicha planificación también se toma en cuenta qué acuerdos se establecen con otros docentes para encarar de manera paralela temas complementarios. De esta forma, la planificación anual está previamente elaborada y el docente puede encarar su labor con mayor grado de certidumbre y sostén, a la vez que dispone de criterios que le permiten hacer modificaciones sobre la marcha, manteniendo siempre la búsqueda de coherencia educativa y de cierto equilibrio entre los ejes que  aborda.

Es muy frecuente que entre docentes exista la inquietud del inicio, de cómo empezar un determinado proceso didáctico. Ello proviene del supuesto de que la forma de comenzar un trabajo marca el grado de involucramiento de los niños. Sin embargo, lograr que el grupo participe con entusiasmo en un proceso didáctico no está marcado por la forma de iniciarlo sino por cómo se va dando continuidad a lo largo del mismo. Es decir, podría comenzar de un modo que despierte notable curiosidad y participación, sin embargo, decaer abruptamente en un par de días, también puede suceder todo lo contrario y, por supuesto, un abanico de amplias variantes intermedias. El reto es cómo llevar adelante un proceso didáctico y sostenerlo.

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