La tipografía que adoptaron fue la que conocían del procesador de texto pero, al ayudarles a observar qué sucedería con el tamaño de las letras cuando se proyectara, surgió la necesidad de duplicar, al menos, el que estaban utilizando. Así fue como en todos los equipos hubo un momento donde indagaron los tipos y tamaños disponibles de letras.
Los dos aspectos mencionados (color y tipografía) indican la necesidad de que, al empezar a trabajar con un programa nuevo, es necesario prever mayor tiempo para que los niños exploren las diferentes alternativas. No quiere esto decir que sea deseable dedicar sesiones exclusivamente para incursionar en un programa y, sólo después de alcanzar cierto grado de eficacia encarar un uso real. Al contrario, explorarlo tiene sentido sólo y si hay un propósito claro y explícito de uso real y funcional. Este planteamiento es extensivo a todos los contenidos curriculares: no se trata de hacer ejercicios de o hacer como si se estuviera usando lo que están aprendiendo, sino que siempre, y desde el primer momento, es necesario utilizarlo con la misma función con la que se usa socialmente y, al mismo tiempo, se va aprendiendo a usarlo.
Los niños demostraron aprovechar lo que sabían del procesador de texto en relación con las correcciones ortográficas. Por ejemplo, cuando María estaba escribiendo una palabra que llevaba tilde y no lo había colocado entró una docente de otra clase y lo notó pero, al pasar nuevamente ante el ordenador de ese equipo, vio el tilde en su sitio y comentó: “Ah! se han dado cuenta que faltaba el acento”, y le respondió María, con tono de obviedad: “No! El ordenador lo hizo solo”.
Casi todos los equipos se empeñaron en incorporar las imágenes de orangutanes que habían buscado y obtenido al comienzo de la indagación. Y lograron hacerlo prácticamente sin ayuda. |