Ministerio de Educación
La Canción de los cuatro Vientos
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    Para que la naturaleza nos hable, para que podamos leer en ella como en el más fabuloso de los libros, hay que amarla y hay que conocerla bien. Por eso los marinos son los sabios de los vientos, los únicos que conocen sus verdaderos nombres. A veces los llaman por el lugar del que vienen y otras veces por el lugar hacia el que van:

    La canción de los cuatro vientos

    Viento del norte: el día de la joven primavera
    se tiende feliz sobre la pradera soleada;
    toca el arpa alegre la noche entera:
    felices bailan doncellas a mozos emparejadas:
    el tordo los acompaña desde el espino:
    el bebedor llena su cuerno de vino.

    Viento del este: serena está la costa;
    las nubes de las montañas flotan mar adentro;
    el hielo forma sobre el arroyo costra;
    un gran fuego arde en el hogar, dentro:
    cuántos convidados tiene el príncipe a su vera:
    el licor llena de vapores sus cabezas sin sesera.

    Viento del sur: es verano y a la sombra
    qué dulce es oír el sonoro tañir del arpa;
    dulce es el paso de la hermosa doncella
    que al bardo acerca una copa;
    vuela el cuervo negro y la carroña es su puerto:
    donde asoman las trufas, merodea el puerco.

    Viento del oeste: en otoño el océano
    derrama en la costa sus olas orgullosas:
    y el hombre que vigila las murallas en vano
    observa con pavor la marea que sube presurosa:
    las aguas vivas revientan las presas
    y cubren millas de tierras indefensas.

    Viento del oeste: el inmenso poderío
    del océano se derrama sobre rocas y arena;
    la espuma de las olas ruge y brama con brío
    contra los baluartes de la tierra:
    y al desmandarse las aguas y desatarse el viento
    buena es la tierra que queda seca en lo alto.

    Viento del oeste: se levantan nubes de tormenta;
    braman maretazos, rugen torbellinos,
    con la rabia del cielo la del mar aumenta
    y ambos la descargan en parajes solitarios, vecinos:
    cuando el peligro se acerca y la salvación se aleja,
    pies presurosos acuden a la primera queja.

    Thomas Love Peacock.