Ministerio de Educación
El cuaderno Gris
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    No hay tierra que escape a la dureza de los vientos del norte. Del Blizzard a la Tramontana, basta pronunciar su nombre para sentir su frío. Ni siquiera en el dulce mediterráneo se puede escapar a su garra. Los inviernos son terribles, más terribles aún para un niño al que todas las dimensiones, hasta la del frío, le parecen descomunales e invencibles. Al crecer, todo forma parte del intenso paisaje de la infancia, donde el viento conserva su fuerza y su olor.

    El cuaderno gris

    Por la noche caen cuatro gotas y la tramontana persiste con una irrupción glacial. Siento en los huesos la frialdad de los años pasados, recuerdo los inacabables inviernos de cuando era pequeño - el viento que silba, el cielo muy azul, el ruido de la arena en los cristales, la boca seca la nariz tapada, los trompazos del viento en la espalda y en la mejilla la tensión nerviosa el viento pasando por debajo de las puertas, por las insospechadas rendijas de los balcones y las ventanas. Es un viento que agujerea los obstáculos. Cuando se produce una de las casas más inconfortables de la población, entre muchas otras es esta en donde vivimos. Las habitaciones que dan al jardín encaradas al norte son glaciales embaldosadas de mosaico, hacen el efecto de tener una barra de hielo en la suela de los zapatos. Las chimeneas dan humo, están mal construidas. Sólo se esta bien en la cama a condición de no sacar los brazos y de no tener ninguna veleidad de leer. Sacar la nariz o los brazos del embozo quiere decir quedarte helado. La impresionante manía de mi madre de hacer sábado, prácticamente cada día, de fregar el suelo, aumenta la frialdad hasta un grado insoportable. Es como vivir en la calle. Es la educación espartana.

    Josep Pla