A los Lectores
"Voy y vengo, cual páginas de un libro abierto al viento"
Tras librarse astutamente de morir devorado
por el cíclope, Ulises arribó con sus naves a la isla Eolia, donde,
durante un mes, disfrutó de la hospitalidad de Eolo, dios y señor
de los vientos. Llegado el momento de partir, Ulises recibió el más
preciado don que se le pueda otorgar a un navegante: Eolo le entregó
un odre de piel que contenía, bien atados, los rumbos de los vientos,
y permitió que la brisa del Céfiro soplara para guiarle sin sobresaltos
a Itaca. Sin embargo, movidos por la insensatez y la codicia, sus marineros
desataron el saco, pues lo creían repleto de oro, y al instante una gran
tempestad envolvió las naves y las arrastró hacia alta mar, lejos
de la patria anhelada que ya se entreveía en lontananza.Bendito acto de torpeza aquél,
pues la demora en el retorno avivó el viaje, propiciando así
nuevas aventuras para deleite de futuros lectores y desesperación,
bien es verdad, del zarandeado Ulises.Pues bien, el libro que ahora tenéis en vuestras manos, queridos lectores,
quisiera parecerse a aquel mítico odre de los vientos. Sabedores de que
no podemos igualarnos a los dioses ni, por supuesto, importunarlos entrometiéndonos
con nuestras ambiciones humanas en sus dominios sobrenaturales, hemos acometido
su factura no carentes de modestia, pero tampoco de entusiasta empeño.
Si desatáis sus páginas, liberaréis también los
vientos que en ellas aguardan resoplantes y dará comienzo la aventura.
No será éste un viaje por ninguna agencia turística organizado:
el turista -decía Paul Bowles- sabe siempre la fecha del regreso; el
viajero, en cambio, la desconoce y no se cuida de ella. Así pues, será
el nuestro un viaje a la deriva, un viaje a merced del capricho de los vientos.
Ellos nos guiarán, unas veces tumultuosamente, otras con liviano soplo,
a través de los más diversos paisajes del mundo. De su mano conoceremos
muy variadas culturas, insospechadas costumbres... Y también literatura,
literatura universal en la que el viento es protagonista y motivo de inspiración.
Asimismo, nos percataremos de que el exotismo no sólo es exclusivo de
los más lejanos parajes, sino que, con más frecuencia de lo que
pensamos, se halla humildemente alojado a la vuelta de la esquina, esperando
ser rescatado del olvido por la mirada urgente, y a menudo engañosamente
cosmopolita, con que vemos el mundo en nuestros días. Abramos, pues,
el libro. Dejemos que se oree, que se aviente, y que sus páginas, como
nuestras vidas, vayan y vengan sin temor a un rumbo incierto. Y si unos vientos
nos transportan a otros vientos, que este libro nos lleve también, en
feliz deriva, hacia otros libros.
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